Desde tiempos muy tempranos se ha separado a los humanos del resto del mundo animal, entre otras cosas, por el hecho de poseer una rica cultura. Pero los estudios pioneros de Jane Goodall en Tanzania, con chimpancés que fabrican herramientas, y del macaco Imo, que enseñó a todo su grupo a lavar patatas en la japonesa isla de Koshima, han dado un vuelco inesperado a la comprensión del mundo natural, con las controversias que esto supone para un mundo en el que el ser humano se considera mucho más que un animal.
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Los casos más aceptados, sin embargo, de cultura animal se dan entre los primates, donde no hay ninguna duda de que chimpancés, macacos y gorilas hacen uso diario de sus aprendizajes. Pero no por ello debemos pensar que en el resto del mundo animal esto no ocurre. Ballenas, delfines, nutrias, cuervos e incluso las ratas presentan muchos rasgos culturales muy bien contrastados. Después de esto no debemos creernos tan superiores pues poco a poco nos damos cuenta de que el ser humano es mucho más animal de lo que el antropocentrismo clásico en un principio predica.